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La insoportable levedad de la libertad

José María Álvarez
Señores y señoras, buenos días,
y gracias por su presencia aquí.
Acaso, a lo largo de la Historia, jamás, la Libertad, las libertades, han sobrevivido tan precariamente, tan cercadas por muy peligrosas formas de la intolerancia, sobre todo de manera tan sutil, artera, tan aceptada por la mayoría de la sociedad, que es lo que la hace más peligrosa, por una tan decidida intervención del Estado en lo que sólo a los seres humanos individualmente nos concierne. Y esto es así porque, creo, jamás la sociedad ha estado tan domesticada y ha sido tan proclive a aceptar cualquier sumisión, siempre que la compensación - y podemos considerar en esta, entre comillas, indemnización, cuanto hoy se disfraza como justicia social y demás apetencias de la democracia de masas, de la Democracia Omnipotente - le garantice sus cuotas de protección.
Si bien es cierto que una mirada a un mapa del mundo, bien podría alimentar la esperanza de los amantes de la Libertad al comprobar cómo, de forma inexorable, en los últimos 50 años los espacios sometidos por el horror comunista y los menos letales, aunque igualmente peligrosos, intervencionismos socialistas, o sus hermanos en esa fraternidad de la servidumbre, Democracias Cristianas, dictaduras de Derecha, etc, han ido desapareciendo, y progresivamente ese mapa registra con profusión los colores moderados, no es menos cierto que los liberticidas han dejado de serlo tan a las claras forzados por el colapso de sus sistemas de gobierno, pero no han tardado en mudarse, en cubrirse con otras pieles menos llamativas, pero que en cuanto a lo que nos interesa: la defensa del Estado de Derecho, el Imperio de la Ley y las libertades individuales y la eliminación de los intervencionismos estatales, esto es, en la deseable disminución del poder del Estado, comprobamos que este no ha dejado las riendas y alienta y busca por dónde medrar. Y no se trata sólo de conceptos diferentes de la vida social, de apuestas contrarias, entre aquellos que valoramos como lo principal la Libertad y aquellos que se inclinan por la Igualdad, por una redistribución de bienes, y todo en un utópico mundo donde cómo dudar que están garantizadas las libertades individuales. El problema es más complicado y profundo: porque el camino que venera esa igualdad, como espero que analizaremos en este curso, conduce a la extinción, más o menos violenta dependiendo del radicalismo de los gobiernos, de la Libertad. Y algunos creemos que la única garantía de progreso, político, económico y de la Cultura, reside en la defensa de la Libertad. Y digo algunos, porque en el afán de genuflexión, casi siempre muy lucrativa, ante ese Estado todopoderoso, la mayoría de los llamados “intelectuales” no han dudado en ofrendar su incienso.
La Democracia en la que vivimos, al nacer tuvo dos caminos, a grandes rasgos: el de esa Libertad y ese progreso, que yo lo veo en el Liberalismo que llamaremos la vía inglesa, lo que podríamos calificar de pensamiento de los old Wights. O el camino que llamaremos francés, porque toma cuerpo en el intervencionismo, el racionalismo constructivista alumbrado con la Revolución Francesa. Aunque ya hubiera un atroz precedente en la consagración por el Parlamento inglés, en 1767, de la Soberanía Ilimitada de la mayoría. Desde esa raíz francesa se desarrollará la actual Democracia Omnipotente, y con ella el ímpetu de todos los movimientos de Izquierda y ciertos otros que, aun situados a la Derecha, no serán menos partidarios del intervencionismo.
“El gobierno democrático omnipotente ha engendrado, en consecuencia un pseudo-esquema moral en virtud del cual la sociedad considerará justo aquello que derive del proceso democrático. La cada vez más general constatación de que los ingresos de muchos ciudadanos dependen cada vez más de las decisiones adoptadas por los estamentos gobernantes ha de dar lugar a que, también cada vez con mayor frecuencia, quienes en cuanto a su posición social siguen dependiendo del juego de las fuerzas mercantiles vayan exigiendo que también a ellos se les entregue cuanto, en su opinión merecen. Cada vez que el gobierno favorece, mediante su intervención, a uno u otro grupo social, está legitimando la pretensión de otros de disfrutar de similar tratamiento. Y es la esperanza de conseguir ese mismo trato lo que fundamentalmente hay detrás de la mayor parte de las actuales exigencias de “justicia social” “, como advirtió Hayek.
No vamos a analizar él por qué esa Democracia en vez de acompañar el camino de la Libertad, lo va limitando, asfixiando; por qué a su amparo y a la vez haciéndola posible, el Estado de Derecho ha sido devastado por el positivismo jurídico de Kelsen y sus herederos, el por qué ha conseguido el más peligroso de los engaños: que esa palabra - Democracia – cuyo único significado es el de un sistema (puede que el mejor) de cambio de gobiernos, acabe confundiéndose con la Libertad, hasta ir desfigurándola y anulándola. Y tampoco vamos a entrar mucho en la inmensa traición a la Cultura, a la Civilización, perpetrada por tantos intelectuales.
Vamos solamente a reflexionar sobre qué sucede hoy, las consecuencias del error. Y muy especialmente sobre el arrasamiento de la Civilización y lo que Steiner llamaría “la amnesia planificada”. La democracia de masas que alimenta ese intervencionismo y a la vez es forjada por él, moviliza a los partidos como organizaciones que no se establecen sobre una idea del mundo, sino como fuerzas de presión o coaliciones de intereses. Y vuelvo a Hayek: “ese monstruoso planteamiento según el cual corresponde a quienes detentan el poder político determinar el monto de los ingresos de los ciudadanos y su horizonte cultural, tesis a cuyo amparo se ha desarrollado un impresionante y oneroso aparato para-gubernamental que, integrado por asociados empresariales, sindicales y profesionales, se ocupa fundamentalmente de orientar hacia la satisfacción de las pretensiones de sus mentores el mayor volumen posible de ventajas políticas.
Así, en esta Democracia, los partidos políticos se convierten en poco más que coaliciones de intereses organizados cuyo comportamiento responde más a la lógica de su propio funcionamiento que a la existencia de cualquier consensuado esquema de ideales o principios. En los países occidentales, con excepción de ciertos partidos de carácter testimonial que, tras manifestar su rechazo 61 de los sistemas políticos existentes, pretenden reemplazarlos íntegramente por algún tipo de utópica solución, resulta difícil descubrir en los programas defendidos por los más importantes partidos - y mucho menos cabe hacerlo en sus correspondientes realizaciones prácticas - concepción consistente alguna de un orden social que supuestamente merezca el apoyo de sus bases. En vez de intentar establecer condiciones sociales en cuyo entorno de propia sociedad vaya desarrollando esquemas políticos más adecuados, los partidos, por lo general, se ven obligados a establecer realidades concordes con algún específico ordenamiento, es decir, alguna solución de tipo socialista”.
Esta semana vamos a reflexionar sobre algunos enemigos de la Libertad, y vamos a intentarlo desde diversos puntos de enfoque, desde la economía a la política, la Literatura, etc. , y vamos a buscar también el punto de vista del mundo árabe sobre este problema, y vamos a hablar de alguien que significa como pocos la integridad moral e intelectual: Borges.
Muchas gracias.