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WELCOME TO HARLEM
No tengo que ver el letrero de las calles para saber dónde estoy. Una banda africana toca tambores en una rotonda. Los automóviles pasan por la séptima avenida con las ventanas abajo, inundando la banqueta con hip hop a todo volumen. Es notable la ausencia de gente blanca. Y con letras negras que cuelgan precarias en la marquesina del Apollo Theater se lee: “Welcome to Harlem, USA”.
Daniel Krauze

Alrededor de la 125, miles de personas, en su mayoría afroamericanas, hacen cola para entrar al legendario teatro. Sobra preguntarles para qué están formadas. Alrededor del Apollo, cuatro cuadras para arriba y cuatro cuadras para abajo, las calles están salpicadas de puestos hechizos. Venden camisetas, discos pirata, juguetes, pósters y DVD de Michael Jackson. Desde todas las tiendas –un American Apparel, una zapatería y una farmacia– escucho distintas canciones del Rey del Pop, mezclándose unas con otras: Billie Jean is not my... you’ve been hit by, you’ve been struck by... the way you make me feel, you really turn me on... Cualquiera pensaría que Jacko sigue vivo y que está a punto de dar un concierto en el mismo teatro en el que hace cuarenta años ganó, junto a sus hermanos, la noche de amateurs.